"El Camino del Agua":Poesía, duelo y gratitud en la voz de la poeta María Angélica Hernández Mardones.
- literaturanyc
- 25 mar
- 3 Min. de lectura

Muchas poetisas como Gabriela Mistral, Alejandra Pizarnick o Alfonsina Storni, han demostrado como los versos tienen el poder de transformar el dolor en belleza, y El Camino del Agua es un nuevo testimonio de ello. En este libro, publicado por la editorial neoyorquina Five Points Publishing, María Angélica Hernández Mardones nos sumerge en un viaje íntimo sobre la pérdida de su madre, explorando el duelo no solo como despedida, sino también como aprendizaje, gratitud y legado. A través de versos cargados de memoria y admiración, la autora nos recuerda que incluso en la muerte hay enseñanza, cuidado y amor.
En esta conversación, hablamos con la poeta sobre el proceso de escribir desde la ausencia, el papel de la poesía en la sanación y la manera en que la memoria sigue viva en cada palabra.
El camino del agua sugiere un fluir constante. ¿Cómo relacionas esta metáfora con la experiencia de la pérdida y la memoria de tu madre?
El fluir del agua es el fluir de la vida. Nuestro cuerpo se forma en una suerte de burbuja en el saco amniótico del vientre materno. La vida continúa su forma en un fluir constante, como un río, como el oleaje del mar. Yo, como hija, soy la continuidad de esa experiencia de vida, soy el fluir que viene de mi madre. Pero como no he tenido hijos, esa continuidad del fluir la entrego en la escritura como experiencia de ser hija, y en la perdurable e inmortal presencia de mi madre en mi memoria.
Es un libro que habla de la muerte, pero también del agradecimiento y la celebración. ¿Cómo encontraste ese equilibrio entre el duelo y la admiración en tu poesía?
Creo que ese equilibrio me lo aportó la maravillosa relación que tuve con mi madre. El profundo dolor que me causó su ausencia, su pérdida, constituyó, al mismo tiempo, una evaluación de esa privilegiada relación que tuve con ella, la constatación de su riqueza humana, de alguien que, por sobre todas las cosas, celebraba la vida en toda su dimensión.
¿Cuál fue el poema más difícil de escribir y por qué?
En realidad, todo el libro fue muy difícil de escribir. Comencé a escribirlo cuando mi madre estaba muy enferma, en el momento de la total certeza de su partida. Pero creo que uno de los poemas más difíciles fue el que se refiere a mi padre, cuando visitábamos los domingos la tumba de mi madre. Para mí era un doble dolor: el mío por su pérdida, al cual se sumaba el sufrimiento de mi padre por la ausencia de su compañera de vida.

¿Cómo manejaste la emoción de escribir sobre un tema tan íntimo? ¿Te impusiste algún límite o dejaste que las palabras fluyeran sin restricciones?
Dejé que las palabras fluyeran naturalmente, como el agua misma. Las restricciones vinieron después, en un proceso de edición posterior. Tuve que esperar años para poder confrontarme con esos textos y cuando lo hice, si bien el dolor se había mitigado, de alguna manera aprendí, a través del poemario, a incorporarlo como una parte esencial de mi propia vida. Se aprende a vivir con la ausencia.
¿Cómo supiste que el libro estaba terminado?
Cuando los poemas dejaron de fluir y guardé el cuaderno donde los había escrito. Entonces comencé a escribir otros textos diferentes. La poesía tiene una capacidad única para dar forma al dolor y la ausencia.
¿Qué esperas que los lectores encuentren en El camino del Agua?
Ojalá que ese texto sea de utilidad para alguien, aunque sea solo como un eco de su propia experiencia. La relación de cada persona con la figura materna es muy diversa y compleja. Este libro es solo una experiencia más en las múltiples posibilidades de la relación madre-hija (o).
¿Cuales son tus próximos proyectos literarios?
Estoy trabajando en una novela que espero poder terminar este año. Asimismo,quisiera publicar otros poemarios que escribí hace algunos años.
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