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“Un país bañado en sangre” de Paul Auster.


En su nuevo libro, Un país bañado de sangre, se enfrenta con la barbárica cuestión de los asesinatos en masa en los Estados Unidos.

Un país bañado en sangre es un ensayo en el que el autor de la Trilogía de Nueva York se pregunta por qué el uso de armas parece parte de la identidad de su país. “Los norteamericanos tienen veinticinco veces más posibilidades de recibir un balazo que los ciudadanos de otros países ricos, escribe. El libro salió en enero de 2023. En el crepúsculo de su vida como escritor, Paul Auster se ha puesto ambicioso. En 2021 publicó una biografía de casi mil páginas sobre el periodista, narrador y poeta, Stephen Crane (1871-1900). Más conocido por su corta novela El rojo emblema del valor (1896) y fallecido a los 28 años, Crane publicó una obra digna -en extensión y originalidad- de un autor que hubiera disfrutado de una larga vida. Auster -de 75 años- explica en esa biografía que allí él está “mirando un joven autor con el asombro de un autor viejo.” Más allá del personaje central de la obra, el libro se puede recomendar por el retrato que Auster, inevitablemente hace, también, de los Estados Unidos en los últimos 25 años del siglo XIX.


En su nuevo libro, Un país bañado de sangre -que ya se puede leer en su edición digital- se enfrenta con la barbárica cuestión de los asesinatos en masa en los Estados Unidos. Los eventos que son el eje de su libro han ocurrido en los últimos 25 años. Con menos de cien páginas, el texto es en realidad un ensayo largo. Allí Auster reclama una nueva conciencia en sus conciudadanos para construir un terreno en común entre la derecha y la izquierda; alerta, desesperadamente, sobre la inminente disolución de los Estados Unidos si este problema no es solucionado y pronto; explica los lineamientos históricos que han llevado los Estados Unidos a esta reiterada -ya casi común y corriente- festival diabólica de los asesinatos en masa. (Entre ellos están el legado de la esclavitud, el uso de armas de los colonos y ocupadores del Gran Oeste, y las aberrantes inconsistencias de uno de los documentos fundadores de los Estados Unidos, la original Carta de Derechos de los Estados Unidos).


Los datos que Auster trae a su texto para apoyar sus argumentos son asombrosos en sí mismos. El capítulo 3, por ejemplo, comienza, sin equívocos: “Según una reciente estimación del hospital pediátrico del Philadelphia Research Institute, actualmente hay 393 millones de armas de fuego en poder de residentes en los Estados Unidos: más de una por cada hombre, mujer y niño de todo el país.” En todo el texto Auster siempre gira entre la perspectiva macro de la historia y el íntimo dolor de las víctimas. Observa: “Cuando hablamos de tiroteos en este país, invariablemente centramos el pensamiento en los muertos, pero rara vez hablamos de los heridos, de los que han sobrevivido a las balas y que siguen viviendo, a menudo con devastadoras heridas permanentes…”


La literatura de Auster suele ser un juego de formatos, de géneros y de estilos. En este caso, además de su crítica de un problema medular de su país, Un país bañado en sangre está construido con dos componentes más: una narración autobiográfica que se puede leer como un cuento corto; y un fotoensayo de Spencer Ostrander de edificios que han sido lugares de masacres, pero años después, en blanco y negro y con escenarios vacíos de personas y automóviles. No es un dato menor que Ostrander salga en la tapa del libro como si fuera coautor. ¿Eso es una jugada lúdica de Auster? O tal vez sea exactamente así, por más que el fotógrafo escriba con luz y el autor con letras.


A primera vista, el libro de Auster es impecable, parecido al discurso conmovedor y definitivo de un abogado culto y carismático. Pero hay dos grandes críticas que se le puede hacer a Un país bañado en sangre, aunque sean incómodas y políticamente incorrectas. Por un lado -y Auster sabe esto- su argumento no provocará absolutamente ningún cambio en la opinión de sus contrincantes. Son, más o menos, los mismos que votaron a Trump para la presidencia en 2017. O sea aproximadamente la mitad de los votantes del país. Un hipotético lector de este grupo abandonaría el libro en el segundo capítulo. Esta población defiende un derecho establecido en 1789 cuando los hombres escribían con plumas de pájaros y las escopetas eran primitivas y llevaba unos minutos recargarlas. Si fuera así para todos los derechos proclamadas en ese momento histórico, aun existiría la esclavitud. La segunda crítica es que la posición de indignación moral de Auster no es una novedad. Una de las máximas tragedias de estos asesinatos en masa es que ya han tomado las características de una farsa y un ritual. Suena despiadado, pero fíjense en el último incidente de esta índole. Hace dos semanas una criatura de 6 años llevó un arma al colegio y le disparó a su maestra. No la mató, pero casi. La reacción del público y las autoridades fue de guión. Primero, la requisita indignación moral; después, una mea culpa de los administradores del colegio (¡Lo habíamos chequeado por armas, pero se nos escapó!); y finalmente, un escueto comunicado de los padres del chico diciendo que le desean pronta recuperación a la profesora, pero que defienden a rajatabla el derecho de los ciudadanos americanos a portar armas.


Esta mirada la desplegó Stephen King en un brevísimo texto titulado simplemente, GUNS (Armas) publicado en 2013. El primer capítulo es una majestuosa enumeración de lo que pasa después de un tiroteo masivo. Son 21 pasos. Lo cuenta en forma irónica, adoptando la voz de un detective en una novela de Raymond Chandler. Es devastador porque es un estricto guión. Y se cumple siempre, al pie de la letra.

En agosto del 1955 un joven negro de 18 años de Mississippi fue abducido, torturado y linchado por haber, supuestamente, silbado a una mujer blanca. Su cuerpo fue desfigurado de una manera absolutamente despiadada. En el momento de su funeral su madre -desobedeciendo los pedidos de sus familiares- decidió velarlo con el ataúd abierto. Para que se viera la barbaridad del racismo sin metáforas o eufemismos.

 
 
 

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